El grito de campeón se escuchó en todo Córdoba

Y el Huevo Oscar Sánchez tenía razón en la conferencia de prensa del quinto juego al manifestar que: “En Córdoba ya se sienten campeones y no deben quedar más localidades”. Y al parecer los simpatizantes de Atenas lo escucharon porque el lunes se agotaron todas las entradas y el festejo se inició por anticipado.

En la previa la ciudad se tiñó de verde esperanza para ver un nuevo festejo del Atenas multicampeón. Los gorros, las banderas y las camisetas no dejaron de venderse y los pasacalles aparecieron en un abrir y cerrar de ojos.

Llegó el día tan esperado y no fue uno más. Todo se vivió de otra forma en Córdoba, que amaneció nublada y con ganas de algún chaparrón. Los jugadores practicaron en primer turno y se internaron en un hotel céntrico para largar la concentración el día previo.

Como era de esperar en el Polideportivo Carlos Cerutti no cabía un alma más y los que se quedaron afuera se pegaron a la televisión de un bar, la radio y algunos hasta desafiaron la noche y se dieron cita en el Teatro Real, frente a Plaza San Martín, que por $4 te permitían disfrutar de las acciones en pantalla gigante. Todo fue un éxito y a las 19.30 Córdoba parecía la “ciudad fantasma” debido a que por la calle no se paseaban ni los pajaritos.

El juego se inició y con el pasar de los minutos todos cambiaron de estados de ánimo. Los más nerviosos no paraban de comerse las uñas y respetaban al pie de la letra todo tipo de cábalas. Que yo me siento acá, que vos te ponés el buzo verde y que el otro lo escucha por radio. Todo fue válido para ver triunfar al equipo de Bruno Lábaque, Héctor Campana y el Huevo Sánchez.

Como habíamos dicho los estados de ánimo fueron cambiando. La gente explotó y largó por anticipado los festejos cuando Atenas se paseó con un alto nivel basquetbolístico por el primer cuarto. Pero las sonrisas desaparecieron cuando Juan Sartorelli y demás cambiaron el rumbo de la historia.

Pese a terminar abajo el público no se desesperó y continuó alentando a este grupo de jugadores que de un día para el otro saltaron de la undécima colocación para levantar el título de campeón.

Nuevamente los abrazos y los duendes verdes resurgieron con los triples de Lábaque para sentirse campeón. Pero la incógnita llegó con la arremetida final de Boca que, arriba por cinco puntos, calló un estadio repleto con el cartel de localidades agotadas.

Los dos robos a Gabriel Cocha hicieron aparecer a las cábalas y los abrazos pero la desesperación se hizo presente en la lotería de libres. Los gritos se escaparon para festejar los tres lanzamientos de Lábaque y el desahogo cantó presente cuando Roberto Gabini falló de tres puntos para dar comienzo a la prórroga.

En el tiempo suplementario todo fue emoción, gritos y suspiros y si alguien se acerca a algún fanático y le pregunta que le haga una breve crónica de lo observado en los diez minutos de alargue es casi seguro que no recuerde nada por el alto nivel de emoción y sufrimiento por el que atravesó.

Ahora sí y con la victoria en el bolsillo, luego de sufrir en dos suplementarios, las lágrimas y los abrazos se escaparon para fundirse en el grito de Dale Campeón.

Lábaque recibió el trofeo de y se subió a la mesa de control para compartir el festejo con su público. Inmediatamente Campana se colgó de un aro y se quedó con la red. Lo mismo hizo Lo Grippo, que ante la atenta mirada de Marcelo Milanesio, se abrazó de la red y la dejó caer sobre su cuello.

La gente inundó el parquet y se confundió entre los abrazos y griteríos. Después de un largo festejo aparecieron las remeras blancas con la inscripción de campeón, el título número ocho y tercer bicampeonato de la institución.

A lo lejos se escuchaban los bocinazos. Y uno de ellos era el del colectivo que esperaba a los campeones para recorrer la ciudad, envueltos en banderas verdes, y que los depositó en la esquina de Colón y General Paz, justamente la esquina de las más grandes alegrías cordobesas.

Atenas fue campeón. Un campeón con más garra y amor propio que buen juego. Pero este campeón llamado Atenas demostró que en la vida no hay imposibles.

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