Que no se repita

Una charla con consultas periodísticas sobre el futuro de Boca demoró mi salida de la Bombonerita. Segundos después del final del partido me dirigí hacía el lugar en donde estaba ubicado el presidente de básquet Jorge Paredi para luego bajar a la zona de vestuarios.

La presencia de muchas personas ajenas a la vida cotidiana de un juego de Liga Nacional entre Boca y Obras me hizo dudar, pero confié en que nada iba a ocurrir. Los antecedentes recientes de corridas, algunas peleas y muchos cánticos desafiantes ameritaban a un control policial más preventivo. Pero se ve que la dirigencia de Boca (organizador) también se confió y lo pagó con un lamentable y evitable hecho violento a minutos del final del partido, y a escasos metros del portón de ingreso a estadio Luis Conde.

“Lo que pasó afuera fue grave”, me dijo Hernán Sartori, periodista de Clarín que pudo ver el momento de la bochornosa pelea. En su nota de hoy, Hernán detalla lo que fue una batalla campal entre 100 barras de Boca y 10 hinchas de Obras que nunca vi en un partido de básquet, en la Bombonerita, o en el estadio del Tachero.

Al salir de la cancha (10 minutos después del final), junto con Hernán, que hablaba asombrado al diario y le relataba los lamentable hechos que había visto a sus compañeros, me acerqué al lugar de la violenta pelea y pudo ver algunas personas golpeadas.

“Salimos y había dos personas con fierros y nos amenazaron. No había un policía. Luego cuando fuimos para las camionetas salieron todos y se armó”. Así me contó un supuesto hincha de Obras lo que pasó. La emboscada fue premeditada, los de Boca pincharon las ruedas de las combis (identificadas con el logo de Aysa) para que los de Obras no tengan cómo salir de la zona rápidamente. Además de vidrios rotos y algunos piedrazos.

Veo básquet desde que tengo 6 años, recorrí muchas canchas y nunca pensé, ni imaginé tener que estar contando estas cosas. Un hincha de Obras en silla de ruedas fue brutal y cobardemente golpeado, terminó en el hospital y debió ser trasladado en la ambulancia que reglamentariamente trabajó durante el partido. Un chico llorando desesperadamente preguntándole a su padre porqué lo habían golpeado. Hinchas con sangre en la cara y golpes en el cuerpo. Barras de Boca abollando chapa de vehículos al paso y algunos volvieron a ingresar al club. Todo ocurrió sin presencia de la policía en menos de 10 minutos.

En mi segunda salida del estacionamiento de Boca, volví a caminar en las oscuras calles de casa amarilla para ver las camionetas que trasladaron a los de Obras hasta la Boca. La presencia policial era notoria. No sólo estaba la policía Federal, también había llegado un refuerzo de Prefectura. La noche de Boca se iluminó de repente con las luces azules de los patrulleros.

A 120 metros de las boleterías de la Bombonerita estaban las combis. Eran tres, dos tenían las cuatro ruedas pinchas, una los vidrios del lateral izquierdo destrozado (el polarizado estaba sobre el asfalto con el vidrio estallado) y eso tampoco lo vio nadie. Fue parte de la preparación mezquina para inmovilizar a las víctimas del atrape.

Fabián Borro, presidente de Obras, le pidió al equipo que no salga de la cancha y me dijo: “Hasta que no me garanticen seguridad, no nos vamos”. Los hinchas de Obras le comentaban a su presidente, ante la mirada de Leonardo Minervini (directivo de Boca y la AdC) y la presencia de los encargados del operativo policial, que a metros del lugar de la batalla los estaban esperando con piedras y que con las camionetas rotas no tenía cómo salir de ahí.

Muchos minutos pasaron hasta que todo volvió a la normalidad. Ojo, nada de lo que ocurrió anoche luego del partido fue normal. Una emboscada, muchas señales e imagenes de violencia, peleas, hinchas que no son público del básquet de Boca y Obras puestos en las populares por la dirigencia de ambos clubes. Nada normal, ni natural en el espíritu de la Liga.

Los jugadores de Obras salieron de la cancha y esperaban en el estacionamiento asombrados por lo que había pasado. Cerca de las 0.15 una grúa cargaba lentamente a las camionetas atacadas y el chofer de una combi cambiaba las ruedas pinchadas. Y bajo una estricta custodia policial, la hinchada de Obras se retiró de La Boca lentamente.

Boca no necesitó de la hinchada del fútbol para ser una de las sorpresas de la temporada. Fue un equipo obrero que ve opacada su buena temporada por un final violento y escandaloso. Obras fue el mejor equipo de la fase regular por segundo año consecutivo sin muchos de los personajes que ayer poblaron la popular brindando su aliento y demostrando poco vínculo con el club. Los partidos se ganan en la cancha y no en las tribunas. Ayer los directivos do Boca y Obras perdieron por goleada. Sumaron gente que resta a un espectáculo deportivo que no acostumbra a codearse con los violentos.

Matias Traversa
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