El equipo de Río Gallegos debutó en la máxima categoría del básquet nacional y el resultado fue más que satisfactorio. Hizo los retoques que tuvo que hacer y mantuvo la categoría varios partidos antes de terminar la serie regular.
Autor:Leonardo Chianese (@leodeflores)
La previa: La apuesta por los históricos
Era todo nuevo para Hispano Americano de Río Gallegos en la previa del certamen. El equipo santacruceño nunca había estado en la máxima categoría del básquet nacional y ni siquiera podría hacer de local en el Tito Wilson, escenario utilizado en sus pasos por las diferentes categorías del ascenso en las que jugó.
Confirmada la localía en el Boxing Club, lo cual le quitaría presión a los visitantes, llegó la hora de armar el equipo. Y la apuesta fue por los históricos que lograron el ascenso. Empezando por el entrenador Bernardo Murphy, y siguiendo por distintos jugadores como Mignani, Morales, Oprandi o Gutman.
A esa base consagrada en el club se le agregó un experimentado como Jonatan Treise para asumir la base del equipo y una voz cantante en el vestuario, más dos apuestas extranjeras (Austin y Shaw) sin paso por la Liga Nacional, y un foráneo como Mc Gowan que ya conocía el básquet argentino. La mesa estaba lista.
La primera fase: Un comienzo difícil
No fue fácil el arranque en la Liga Nacional para Hispano Americano. Cinco derrotas al hilo (tres de ellas de local) no fueron el inicio que hubiera esperado nadie en el equipo más austral de la competencia. Ni siquiera una solitaria victoria ante Argentino en casa se pudo celebrar, ya que luego llegaron cinco caídas más.
Sin embargo, la dirigencia no dudó en hacer cambios para mejorar la cosa. Así llegaron Byró, Freeman y O'Bannon buscando darle experiencia y gol a un equipo que, justamente, no tenía esas virtudes. El equipo empezó a dar muestras de crecimiento, ganó tres de sus últimos siete juegos y cerró 4-14 la primera fase.
El comienzo de la segunda fase: Más dificultades
Las ilusiones estaban en alza, pero el cierre del 2016 (o el comienzo de la segunda fase) no fue el esperado por Hispano Americano. El Celeste ganó apenas uno de sus últimos cinco partidos del año, se fue de vacaciones con un escuálido registro de 5-18 y demasiado limitado a pelear con Boca pensando en evitar el descenso.
El final de la segunda fase: Cortes, llegadas, y un final feliz
El comienzo del 2017 sería decisivo para el equipo patagónico. Dos de sus primeros cuatro juegos del año eran ante Boca, de local y de visitante. Dentro de un balance raro, el Celeste perdió sus dos juegos (y el desempate) ante el Xeneize, pero superó a Peñarol en Río Gallegos y a Ferro en Caballito. Estaba lejos, pero cerca.
La irregularidad marcó el final de enero y todo febrero. Buenas victorias de visitantes (Obras, La Unión, Peñarol) fueron opacadas por muchos tropiezos en casa. Si bien daba pelea, Hispano seguía último. A tiro de Boca, pero en zona de playoff por el descenso. Hasta que llegó una movida clave para el destino del club sureño.
Llegó Adrián Capelli en reemplazo de Bernardo Murphy para la dirección técnica. Casi como una paradoja del destino, el extécnico de Boca asumía en el equipo que peleaba mano a mano con el Xeneize por no jugar la serie de playoffs que nadie quiere jugar. Un interinato breve de Esteban Gatti (con goleada incluida ante Regatas) le dio paso a la etapa de Capelli.
Es cierto que el ciclo del juninense arrancó con dos derrotas, si se quiere previsibles (Argentino y San Lorenzo afuera) pero a partir de allí el Celeste mató. Capelli ganó siete de los ocho partidos que jugó de local, lo maridó con tres victorias lejos de Río Gallegos y salvó a Hispano Americano del descenso, dándose el lujo de jugar tres encuentros ya a salvo.
Balance final: Objetivo cumplido
El primer torneo de Hispano Americano en la Liga Nacional dejará a todos en el Celeste una gran sensación de tranquilidad y objetivo cumplido. Para eso, su dirigencia supo leer el mal comienzo, no desesperó, pero metió mano en el equipo. Luego de la fallida apuesta por los históricos, pegó un volantazo y salió bien.
Eso seguramente le traiga experiencia para no cometer los mismos errores en el futuro. Deportivamente logró su objetivo con varios partidos de anticipación y ahora deberá revalidar sus pergaminos en un torneo al que ya no llegará como cenicienta. Por el contrario, tendrá esta experiencia como una buena plataforma.
En lo que no tiene que ver con el equipo en sí, fue importante para la Liga Nacional tener un escenario como el Boxing Club, grande y cómodo, para jugar los partidos de un equipo. Además, quedó claro que esto no afectó su rendimiento deportivo, ya que logró su cometido aún sin jugar en el estadio Tito Wilson de local.
Además, a la Liga Nacional le sirvió para agrandar su mapa de cobertura, históricamente finalizado en Comodoro Rivadavia, un poco más hacia el Sur. Por último, también se fue haciendo camino al andar en prensa, mejorando mucho con el paso de las fechas y cerrando el torneo mucho mejor que otros más experimentados.
Un punto a mejorar y mucho a futuro es el streaming de los partidos en Río Gallegos, tanto en su calidad de imagen como en los integrantes del equipo de transmisión. Más allá de eso, el balance fue positivo tanto dentro como fuera de la cancha, y le dejó el crédito abierto de cara a la temporada que se le avecina.